Cuando surge una sensación, que puede ser de angustia, llanto o enojo por ejemplo, y esto se da de una manera muy intensa, en un contexto que parecería “no tener sentido”, puede ser que no tenga que ver con la situación en sí misma, sino con una emoción pasada reprimida. Esta situación se puede experimentar por ejemplo al mirar una película de ficción, ya que para la mente, lo real o lo virtual es lo mismo; también puede pasar al oler un perfume, escuchar un sonido en particular, una palabra, porque nuestros sentidos captan información y lo que aflora es un recuerdo asociado, una emoción asociada a eso en particular. Es como una situación que detona otra, que se encontraba sin sanar, escondida en lo profundo.

Esta “memorias de trauma” pueden presentarse como pensamientos reiterados, que acosan la mente constantemente.

Muchas veces olvidamos, quizás para protegernos de la consecuencia de ese dolor, pero también contemplemos que “nos borran la memoria”, al parecer, cuando volvemos a la vida y reencarnamos; por lo que los traumas pueden ser memorias de esta vida, de vidas pasadas, memorias de familiares en nuestro árbol genealógico, o de espíritus que están con nosotros, y que de alguna manera, sentimos sus emociones como propias.

Así que sea cual fuera el caso, mi sugerencia es que atiendan a eso que les sucede, en vez de volverlo a enterrar; ya que al atenderlo, podrán obtener más información, y empezar a comprender más de este intrincado rompecabezas llamado vida. Así que no bajen los brazos hasta sanar esa situación, porque todo ese proceso los hará más fuertes y conscientes, de que estamos conectados con mucho más, de lo que vemos a simple vista.  

                                                                                                            Sonia Monzón